El título puede confundir, pero trataré de explicarme. Durante la década
de los noventa muchos prejubilados y jubilados decidieron probar con el
golf, un deporte socialmente muy bien posicionado con gran estatus y
prestigio. Parece que el golf engancha, tanto o más como el dinero
generado por las recalificaciones de terreno para la construcción de
campos de golfos. Muchos de esos idílicos campos han sido urbanizados de
una manera exagerada, algunos de una manera bastante escandalosa, con
unas deficiencias evidentes y aberrantes. Pues bien, algunos de aquéllos
que se pasaron al golf hace diez años y que han visto el fondo del
asunto, ahora han vuelto a sus anteriores aficiones y deportes
olvidados. No trato de menospreciar ningún deporte, pero los gustos y
aficiones son muy difíciles de cambiar y las personas mayores podemos
probar con cosas nuevas, pero nada nos reporta las viejas satisfacciones
de actividades practicadas desde jóvenes.
Con la fotografía creo que ha pasado, está pasando, puede pasar algo
parecido. La inmediatez de lo digital es fascinante, los cambios y las
posibilidades ofrecidas por sencillos programas te dejan boquiabierto,
las nuevas maneras de mostrar tus fotografías eran inimaginables hace
tan sólo cinco años, la cantidad de fotografías que puedes hacer o tomar
una mañana (por el mismo precio) es abrumadora. Puede que disparar en
ráfagas sea el sueño de algunos, desde luego parece que el mercado
dirigido a los que empezamos se mueve en ese sentido, mantén el
disparador pulsado y algo te saldrá presentable, al menos en la pantalla
de tu televisor o de tu ordenador. Pero la manera de ver fotografías no
ha evolucionado mucho, de momento, al menos para el público en general,
no así para los entusiastas del ciberespacio. Las fotografías se siguen
contemplando colgadas de una pared. Y eso exige el positivado en papel
de los negativos; y en el caso de archivos digitales, ya sean raw o jpg,
su impresión. Y aquí es donde surgen las diferencias y los quebraderos
de cabeza. Bajo mi punto de vista, ningún laboratorio comercial de
barrio ofrece calidad en positivados en blanco y negro. Y ninguna
impresora ofrece el aspecto del positivado en papel baritado o RC, por
mucho algodón que le metan.
Si a esto le añadimos las ilimitadas posibilidades de internet a la hora
de descubrir y comprar nuevas películas, nuevos o clásicos reveladores
imposibles de obtener hasta ahora, papeles de todos los tamaños y
clases, etc., las posibilidades y combinaciones son infinitas. Y
recordemos que el fotoaficionado suele ser una persona inquieta, que le
gusta comparar y experimentar con forzados y nuevos reveladores y
emulsiones. No como el fotoperiodista que busca la instantaneidad y la
inmediatez y que se conforma con ingresar la mayor cantidad de dinero
con el mínimo esfuerzo, cosa lógica y comprensible.
Por todo lo expuesto, auguro larga vida a la fotografía tradicional
química o como la quieras llamar y una vuelta al cuarto oscuro de muchos
de los que buscan satisfacer su afición en el ordenador con programas de
retoque que muestran mucha fuerza en la pantalla pero se quedan cortos a
la hora de obtener la copia en papel. Por no hablar del aura.