lunes, 19 de mayo de 2008

Primeras impresiones


La fotografía, como la informática en general, se está popularizando a  pasos agigantados. Las cámaras digitales han conseguido  facilitar  el  acto fotográfico. Y no sólo hacerlo más sencillo, también más  barato, más inmediato y  más cómodo. Si hablamos en el ámbito privado y  particular, el cambio ha sido considerable. Pero en  el  ámbito público y  universal, han aparecido elementos con los que antes no se contaba. La posibilidad de enseñar y  compartir  tus fotografías con  amigos, familiares , otros fotógrafos, y cualquier persona interesada añade elementos nuevos.
Por tanto, por una parte tenemos el equipito fotográfico, a saber, cámaras compactas, cuerpos reflex, lentes, tarjetas  y algo muy importante hoy día, la bolsa de trasporte. Por otra parte, el laboratorio fotográfico: películas, líquidos, cubetas, tanques, pinzas, termómetro, papel,... ha pasado a la historia y se ha sustituido por un ordenador con conexión a la red. Y luego, claro está, el objeto fotografiado, donde también ha habido cambios, pues hoy día vale casi todo.
¿Qué es mejor? Pues depende. Me he resistido a utilizar una cámara digital compacta, pese a las bondades que ofrece, hasta abril de 2008. Pero también me he resistido a aparcar mis añorados cuerpos y mis luminosas ópticas compradas en ebay por cuatro duros. Me resisto a no cargar la cámara con un carrete, que en función de las modas variará de 50 a 1600 ASA y en función del bolsillo puede ser velvia 50 o superia 3x2. La cámara que podría haber sido, mi FG y mi 50mm f 1.8 manual focus, junto a mi F65 y una lente 70-300 f 5.6 G, sin anillo de enfoque, forman mi modesto equipo. Con una Retina Ib de Kodak hice mis primeras fotografías, fantásticas diapositivas, y negativos en blanco y negro que yo mismo revelaba y positivaba en un laboratorio que olía a diablos. Me niego a pensar "este paisaje hubiera salido mucho mejor con mi vieja camara reflex analógica". Me niego a disparar sin parar y luego, inmediatamente, mirar una pantallita y juzgar lo que está bien y lo que está mal.
También he tenido la ocasión de fotografiar con muy buenas cámaras digitales provistas de  flashes de relleno y opticas muy luminosas y da gusto. En un par de horas, por ejemplo, puedes captar 300 momentos sin despeinarte, aún borrando la mitad te quedan 150 fotografías con las que puedes montar un libro de escándalo por sólo 60 euros.
A nivel de aficionado la cosa está clara. Las cuerpos analógicos están descatalogados. Las películas más baratas están bajando aún más sus precios, y muchas caducan antes de ser utilizadas. Las compactas digitales que hace un año y medio rondaban los 400 euros las puedes adquirir por poco más de 100 euros. Y puestos a divagar pronostico que este mismo año podrás comprar la D40 (reflex difital para todo el mundo de Nikon) por 299 euros, con el 18-55 NO VR. Ahí queda eso.
Un servidor, que ha decidido meterse a crítico fotográfico desde la semana pasada, no cambia el sonido del espejo y el obturador por insípidos pixels y seguirá utilizando su nueva vieja obsoleta cámara analógica con más ganas que nunca.